Se trata de un edificio con 17 viviendas unifamiliares construido por la cooperativa Entrepatios en el distrito de Usera.
En primer orden podríamos destacar, entre sus muchas señas de identidad, que es un modelo no especulativo de propiedad colectiva y consumo casi nulo para la sostenibilidad ambiental, además del mutuo apoyo que se practica entre la comunidad.
Al decir que es un modelo no especulativo, los representantes de esta cooperativa Entrepatios, todos ellos ya habitantes de su primer edificio, Las Carolinas, construido a pocos metros del bosque que se sumó al espacio verde ahora formado por Madrid Río y el Parque Lineal de Manzanares, decíamos que los habitantes de este edificio quisieron concebir la vivienda como bien de uso, no de mercado. Aquí nadie es propietario de la vivienda, todos son usufructuarios. Ane Varela Mateos, una de la vecinas de la cooperativa, nos contaba que los vecinos pueden disfrutar de una vivienda durante un tiempo indefinido y participar en la toma de decisiones sobre su diseño y su posterior vida, pero sin llegar a adquirirla en propiedad. La propiedad es colectiva, de la cooperativa. Llegado el momento en el que sus ocupantes necesiten cambiar de residencia, sin más condiciones la cooperativa les reintegra la inversión.
Han sido necesarios 17 años de reuniones y papeleos para que esta “utopía” sea hoy una extraordinaria realidad. Y ya bien asimilada la experiencia, Entrepatios, que pertenece al grupo de vivienda colaborativa en cesión de uso de la Red de Economía Alternativa y Solidaria RAES y a nivel estatal ya existe un red de vivienda en cesión de uso con más de 40 iniciativas en todo el Estado Español, veníamos diciendo que Entrepatios pretende impulsar este modelo que ya tiene buen arraigo en otros países europeos, como por ejemplo en Escandinavia, y también en Latinoamérica y Norteamérica. En Québec, por ejemplo, existen 30.000 viviendas asequibles repartidas en 1.300 cooperativas, lo mismo que en Uruguay existen otras 30.000.
Desde Entrepatios, añade Varela Mateos, se pretende impulsar este modelo de vivienda una vez que se ha demostrado la viabilidad, si bien es necesario el apoyo de las administraciones generando derechos de superficie sobre suelo público -esto ya sucede en Barcelona-, medidas económicas y fiscalidad verde. También se solicita la aprobación de una Ley de Vivienda que garantice el acceso a la vivienda digna, asequible, accesible y adecuada, que se paren los desahucios de personas vulnerables, se promuevan alquileres sociales o se regule el precio de los mismos. Aquí surgió un ronroneo entre todos los asistentes a la rueda de prensa, clara indicio de desconfianza en el panorama político que cada cuatro años ofrece estas prebendas, o del financiero que para el caso son de la misma factura, a lo que Varela Mateos atajó nuestra inquietud, diciendo: Esta iniciativa se ha financiado con fondos procedentes de la denominada banca ética, en concreto, Fire y Triodos Bank. Y las entidades que han participado de forma directa en este proyecto, son: sAtt Triple Balance, Lógica´eco, TecnicalEco y GEOH.
Nos encontramos en un edificio con certificado CO2nulo
En un contexto de emergencia climática, este proyecto tiene desde su origen una clara apuesta ecológica. Así, Las Carolinas está construido según el estándar Passivhaus, un tipo de construcción que persigue que la demanda de energía sea la menor posible, de consumo casi nulo, evitando las pérdidas de calor y de frío mediante un alto grado de aislamiento y estanqueidad del edificio.
Estas viviendas están diseñadas para que no tengan ninguna emisión de CO2 en el uso, ya que está 100% electrificado, genera 32Kw de energía fotovoltaica in situ y tiene un contrato con una comercializadora de energía 100% renovable, la Sociedad Cooperativa Eléctrica La Corriente. Para minimizar su impacto en la construcción se ha empleado madera, un material que captura CO2, renovable y certificado FSC.
En el edificio no hay ningún elemento de combustión, ni en climatización ni en cocinas de gas. Iñaki Alonso Echevarría, vecino de la cooperativa y arquitecto al frente de sAtt Triple Balance, el estudio de arquitectura que ha llevado adelante el proyecto, señala: Desde la fase de diseño, calculamos y redujimos al máximo la huella de carbono del edificio, en este caso con un impacto de 1.300 toneladas. Estas emisiones se han compensado con tres programas, uno de reforestación en Guadalajara, otro de energías renovables en Namibia y otro de biodiversidad en Kenya. Compensar, añade, no supone barra libre para contaminar, al contrario, significa que nos responsabilizamos de las emisiones generadas por nuestra actividad. Sumado a lo anterior, logramos un edificio con certificado CO2nulo. Además, también se recicla el agua de la lluvia y reutilizamos las aguas grises, con una estimación de ahorro de 750.00 litros cada año.
Construir la casa común: el apoyo mutuo
En esta comunidad se articula de otro modo el vínculo entre lo individual y lo colectivo, lo privado y lo público. Aunque cada cual conserva la privacidad en su casa, se comparten servicios e infraestructuras, como zonas comunes para adultos, guardería, un taller, lavandería, tendedero en la azotea, todas las unidades familiares participan en un grupo de consumo que apoya la producción agroecológica y de proximidad.
Si usted lo considera interesante: https://www.entrepatios.org/las-carolinas/
Nosotros ya hacemos cola para el siguiente proyecto.
Un reportaje de:
Sonia Estévez Pico.
Ramón G. del Pomar.