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‘La autopsia de Jane Doe’ por Manuel Campos del Olmo

 

 

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Con el aval de haber conseguido el premio especial del jurado en el Festival de Sitges se presenta ‘La autopsia de Jane Doe’, la nueva película del poco conocido director noruego André Ovredal.

Esta cinta de serie B resulta, cuanto menos, un ejemplo de bifronte cinematográfico (término absurdo que se me acaba de ocurrir en este mismo instante para referirme a la igualmente absurda, grotesca y exasperante naturaleza dual de la película). Durante los dos primeros tercios de la misma, el visionado resulta una auténtica lección de género al más puro estilo clásico. El guion engatusa con la originalidad de un tema atractivo y, sobre todo, morboso: el oficio de la medicina forense. El planteamiento nos desentraña el quehacer de la profesión a través de un médico forense y su hijo ayudante, personajes superficiales aunque tratados de manera efectiva y genialmente interpretados por Brian Cox y Emile Hirsch, sobre los que se dibuja al principio un conflicto familiar que no termina potenciándose. En la conversación audiovisual que se mantiene con el texto, resulta magistral cómo el director siembra en el espectador las ganas de ver elementos puramente macabros (como la cara desfigurada tras un escopetazo en uno de los cadáveres), jugando con la pulsión soez y violenta, y recordando tibiamente a aquel formidable arranque de ‘Tesis’ (Alejandro Amenábar, 1996).

Mientras padre e hijo realizan la autopsia de la joven y bellísima Jane Doe y van descubriendo los inquietantes secretos que revela su interior, intentan desvelar la misteriosa causa de la muerte. Los hallazgos se producen coreados por un excelentísimo tratamiento del espacio y la atmósfera, al más puro estilo de John Carpenter o Alfred Hitchchock. La narración se pone al servicio de la creación de angustia, mientras espectador y personajes comparten la misma información. El relato se va cargando, en este camino, hasta llegar a un embarazoso punto de no retorno que, paradójicamente, inicia la caída en picado de la película. El último plot point nos conduce al tópico del horror paranormal, al susto por el susto, a la complicación barata, al enrevesamiento cargante, a la resolución fácil, contada y masticada, al giro gratuito…

Es aquí, pues, donde radica la dualidad a la que me refería al principio: la lección de cine de los dos primeros actos acaba desvaneciéndose con una última media hora nada a la altura.
Así las cosas, André Ovredal construye un formidable buque que acaba hundiéndose por el peso de sus propios cimientos. Si los dos primeros actos son dignos de ver una y otra vez, y vienen a dar respiro a todo amante del buen cine de terror, la resolución debe reservarse para verla en casa con amigos y unas cuantas caladas de más a un cigarrito de la risa. Porque eso es lo que provoca. Risa.

No obstante, cumple y alcanza el notable. Habrá que ver la evolución de este director en el escabroso sendero del género de horror.

‘La autopsia de Jane Doe’ se estrena el 13.1.17.

Manuel Campos del Olmo.

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