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Sonrisas falaces

 

 

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Sonrisas Falaces

Cataluña es la región de la Unión Europea con mayor nivel de autogobierno. No es cierto que el invocado Derecho de Autodeterminación de los pueblos (que se recoge en diferentes resoluciones de las Naciones Unidas, como las 1514 (XVI) o 1541 (XVI), relativas al derecho de autodeterminación de los pueblos coloniales) sea de aplicación en Cataluña ni en ninguna otra región de la UE.

El Relator Especial de la Subcomisión de la ONU para la prevención de discriminaciones y protección de minorías, afirma:

«El derecho a la libre determinación de los pueblos, tal como resulta del sistema de las Naciones Unidas, existe para los pueblos sometidos a la dominación colonial y extranjera, es decir, que no viven bajo la forma jurídica estatal. El derecho a la secesión, con respecto a un Estado existente miembro de las Naciones Unidas, no existe como tal en los textos y en la práctica seguida por la Organización porque, si se pretendiera invocarlo para romper la unidad nacional y la integridad territorial de un Estado, se estaría haciendo una aplicación abusiva del principio de la libre determinación, contraria a los propósitos de la Carta de las Naciones Unidas».

No existe, pues, el manido y soñado mantra de lo que se llama “derecho de autodeterminación” en Cataluña.

No es cierto que exista ningún punto de la geografía española que cuente con derechos o libertades de los que carezca Cataluña, algo que sí ocurre al revés: Cataluña tienes algunos derechos y competencias de autogobierno que no poseen otras comunidades.

No es cierto que se considere catalán a todo el que vive y trabaja en Cataluña, como afirmaba enfáticamente Jordi Pujol.  Si eres emigrante o charnego se te acepta en función de tu grado de compromiso con el nacionalismo. Hay musulmanes que se manifiestan en la diada y son aceptados, pero se rechaza la catalanidad de “aquellos chicos de Ripoll tan integrados” (en palabras de los servicios sociales) que atentaron en Barcelona. Muchos habían nacido, incluso, en Ripoll.

No es cierto que Cataluña luchase por su independencia en 1714. Lo hacía para entronizar al archiduque Carlos como rey de España, en lo que fue la Guerra de Sucesión (nunca de Secesión) en la que hubo dos pretendientes al trono vacante del reino. Los ingleses apoyaban a los Austrias y los franceses a los Borbones.  España, como de costumbre, se repartió entre los dos bandos. Finalmente subió al trono Felipe de Anjou, que era a quien el testamento del difunto rey Carlos II designaba como sucesor.

No es cierto que Cataluña fuera alguna vez un estado soberano. Históricamente perteneció a la Corona de Aragón, tal como reza en las crónicas que se guardan en el Archivo de la Corona de Aragón en la propia Barcelona.

No es cierto que Cataluña tuviera una entidad propia antes de la integración con Aragón. Los carolingios fundaron la Marca Hispánica al sur de los Pirineos para contener a las belicosas tropas árabes de Al-Ándalus. Ese marquesado estuvo compuesto por diferentes condados tributarios y leales al rey de Francia, desde Pamplona hasta Barcelona, hasta que el avance cristiano debilitó a los musulmanes, lo que dio origen a los reinos de Navarra y Aragón. La Marca Hispánica permaneció dividida en condados en el oriente, siendo los principales los de Urgel, Barcelona, Gerona, Osona, Ampurias y Rosellón. Estos condados fueron los últimos vestigios de la antigua Marca Hispánica.

No es cierto que para ser rey de Aragón resultara imprescindible ser Conde de Barcelona. El primer descendiente de Ramon Berenguer IV fue rey de Aragón por ser hijo de la reina Petronila (o Peronela) y no porque su padre fuera conde.

Los franceses dieron en llamar a los habitantes de los restos de la Marca Hispánica “chatolones”, es decir “castellanos”. El primer testimonio escrito es un documento de Alfonso II el Casto (1157-1196), expedido en Jaca ese mismo año, por el que el monarca confirma los donativos que su padre, el conde Ramón Berenguer IV, había hecho a su alfaquí (jurista) “tam in regno aragonis quam in Chatolonia”.

No es cierto que el catalán fuera el idioma del libro de caballerías Tirant lo Blanch, ya que éste fue escrito en valenciano por Joanot Martorell.  “El Tirant es valenciano, nacido en el Siglo de Oro de la literatura valenciana, no de la catalana, en un siglo en el que el reino de Valencia era la sustancia misma de la corona de Aragón, el Estado más importante de la confederación, y su capital, Valencia, contaba con 75.000 habitantes, la ciudad española más grande del dominio cristiano, pues sólo Granada, a la sazón aún del dominio musulmán, la superaba. Mientras, que Cataluña se rehacía poco a poco de la guerra civil de los payeses, que había herido de muerte su producción literaria, al tiempo que en Valencia se convocaba el certamen literario de 1474, fruto del cual sería el primer libro impreso en España con tipos móviles, Les Troves en Lahors de la Verge, y poco después se publicaba el Tirant lo Blanch” (J. Enríquez Miralles)

Es indiscutible el derecho a desear un cambio político, pero no lo es mentir sobre los fundamentos históricos que pretenden legitimar dicho cambio.

Ángel Arribas.

Imagen de (Joenomias) Menno de Jong en Pixabay

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