A veces, una efeméride puede servir para acercar la figura de un artista al gran público. No son pocos los documentales actuales que, a modo de evento, han servido para presentar una nueva mirada sobre un artista o una obra. Se conocerán por los nombres: obras de teatro con protagonistas de relieve, operas grabadas con los mejores cantantes del momento o bien documentales evento como The Beatles: Eight Days a Week.
En este caso, el producto presentado aprovecha el quinto centenario del nacimiento de El Bosco para realizar un documental sobre la presentación de gran parte de su obra en su ciudad natal, ‘s-Hertogenbosch. Sin embargo, lo que hace el documental no es aportar un valor narrativo como sí hacen algunas propuestas anteriores; en su lugar, la perspectiva que ofrecen es la de un documental convencional que sirve para construir y entender el genio que era este pintor holandés. Su valor, por tanto, consiste en una construcción narrativa tradicional con el fin de acercar la alta cultura –junto con otras curiosidades y desmitificaciones del artista– a un público cinéfilo que busque un contenido distinto del que ofrecen las salas de cine.
Historiadores distintos acercan pues la figura de El Bosco en una línea cronológica, ofreciendo así no solo un análisis sobre el artista, sino también sobre su obra, su obsesión por los detalles y las creaciones monstruosas y su influencia en movimientos y artistas posteriores. Dicho esto, quedarse en esto al hablar de El maravilloso mundo de El Bosco es realizar una fórmula de reduccionismo. Para simplificar el concepto, el trabajo en cuestión se sirve de testigos y de obras para construir un fresco en el que las aristas del pintor holandés son mostradas sin ningún pudor. Como un buen guía de museo, la película nos acompaña y nos muestra la grandeza de un trazo que trascendió no solo a la gente de su época, sino también a muchos de sus admiradores actuales.
Estreno: 28.3.17.
Carlos Martínez.