“Una noche como la de la Victoria era la excusa perfecta para hacer viajar a Elizabeth por el Londres de aquella época”.
Julian Jarrold (Norwich, Reino Unido, 1960) es un director de los que no para de trabajar. Su carrera siempre ha existido entre las historias de época y las crónicas policíacas, pero para él es imprescindible –y lo deja claro durante la entrevista– que unos buenos personajes son el caldo de una buena película. Su carrera siempre se ha producido dentro de sus fronteras, sin hacer ruido, aunque el remake de Retorno a Brideshead le sirvió para presentarse fuera de ella. Ahora se exhibe en España Una Noche Real, su última película junto a su equipo de guionistas habitual, formado por Trevor de Silva y Kevin Hood.
Entrevistador: Presenta ‘Una Noche Real’, basada en el Día de la Victoria en Londres de 1945, y explotan el fenómeno del pez fuera del agua utilizando ese contexto para hacer una comedia screwball. ¿Qué parte es real y a partir de dónde se empieza a ficcionar, a tirar del hilo?
Julian Jarrold: Hay miles de versiones sobre lo que sucedió aquella noche. Una versión. Una línea apunta a que acabó saliendo con su hermana de incógnito aquella noche, y decidimos partir de esa historia. Sabemos que una vez salieron de allí Elizabeth estuvo en el Ritz se marchó durante la medianoche y estuvo entre la gente en frente del Buckingham Palace cuando salieron los reyes a saludar al pueblo desde su balcón, y que, en algún momento durante la noche, más tarde, volvió a casa. Nadie sabe lo que sucedió [en ese lapso de tiempo] en entonces. Lo que sí sabemos es que pero la Noche de la Victoria fue un momento único, una noche que representó un día de celebración, una explosión de color y de luz, y un momento donde podían sucederse las mayores locuras posibles. Dicha noche era la excusa perfecta para mostrar ese viaje de Elizabeth a través del Londres de 1945 junto a Jack, un hombre que desconoce quién es esa chica que le acompaña, y quien aporta también su dosis de comedia; de hecho, Jack era el personaje ideal para mostrar las contradicciones de Lillibet y las obligaciones de ella como futura monarca.
E: La película sorprende porque tiene dos mitades de la misma noche. Hay la postura de Margaret, con una clara dirección al screwball puro y duro, y luego está la otra parte, la de Lillibet, con más peso dramático, o más cercano a lo que sería la dramedia. ¿Cómo se gestó ese contraste en la puesta en escena?.
J.J.: Nos dejamos llevar por la personalidad de las dos hermanas. El perfil de Margaret era el de una adolescente traviesa, capaz de meterse en mil y un líos, justo lo contrario que su hermana Elizabeth, que era la responsable de las dos. Margaret, además, no tenía ningún rol más que el de princesa, ni sabía qué futuro podría tener. El hecho de que Lillibet perdiese a Margaret durante esa noche y la personalidad de la última eran el motor perfecto para nuestra película, motivando así toda clase de situaciones disparatadas, propias del screwball, y que ambas hermanas estuvieran ya en su etapa adolescente.
E: También me interesa que su carrera se ha basado únicamente en dirigir adaptaciones o guiones originales. ¿Qué aspecto del guion de Una Noche Real le animó para participar en el proyecto?.
J.J.: Había colaborado en más de una ocasión con los guionistas y me siento muy cómodo cada vez que trabajo con ellos. Al ver su guion, pensé que la Noche de la Victoria era un tema interesante que tratar, ya que me atraen mucho esta clase de historias tan llenas de color y de vitalidad. Hemos visto a la Reina Isabel representada en muchísimos dramas contenidos, con unos cincuenta o sesenta años, y que el guion especulase cómo era Elizabeth cuando era una princesa adolescente fue un plus. Además, está el hecho de que 1945 fue un momento pivotal en la historia de Inglaterra, en bancarrota por la Segunda Guerra Mundial, con muchos soldados desencantados –y con ideas antimonárquicas– volviendo a casa, además de otros factores que hicieron que el Rey Jorge, que era muy observador, temiese que llegara el fin para la monarquía. Elizabeth, que vivió este período tan convulso, no se sabía si iba a estar preparada para los tiempos que vendrían o no. El choque entre Jack y Lillibet es una representación de ese período, y una forma perfecta para la futura Reina de Inglaterra de cuestionarse las ideas en las que se había criado hasta ese momento. A eso hay que añadir también el retrato de la generación de la reina Isabel II, donde el servicio a los demás y el deber eran los principales valores morales por los que Inglaterra siguió siendo la que era hasta los años 80.
E: Es también curioso ver que en Una Noche Real ruedes una historia con Isabel II como una joven de 19 años, y luego, en tu siguiente proyecto, que es una serie de televisión, la protagonista sea la misma, pero con 25 años. ¿Te interesa la figura de la actual reina de Inglaterra? Y ¿cómo es que ahora están sucediéndose tantos retratos de Isabel II desde una perspectiva más humana?.
J.J: La figura de la Corona o de la realeza siempre ofrece un conflicto clásico con su faceta como reina –con el deber siempre por delante–, con su figura más humana, como la faceta romántica o la familiar. Ese choque siempre ha sido interesante, tanto en Isabel como en cualquier clase de monarca, independientemente de si lo escribiese Shakespeare o cualquier otro escritor, porque ofrece conflictos profundos tanto en su personaje como con el entorno con el que interactúa. La figura de Isabel II para mí es fascinante por eso, pero después de esta película creo que no haré nada más (risas).
E: Yendo al hilo de una de las respuestas que hiciste antes, hubo una escena que me impactó y sucede cuando Elizabeth está enfrente del Buckingham Palace, observando desde una verja cómo sus padres salen a recibir al pueblo. ¿Cómo concebiste esto desde la puesta en escena?.
J.J.: Fue un momento clave de la película. Elizabeth está junto al pueblo inglés, viendo a su padre por el balcón, y se pregunta si estará en el trono algún día como reina, pero ella está separada por una verja, entre la vida de la gente y la de la realeza en un contexto como es el Buckingham Palace. Visualmente permite contextualizar los distintos conflictos presentes en Una Noche Real, e incluso Lillibet fantase sobre si puede escapar del deber. Durante ese momento trascendente, Elizabeth ve también al pueblo, sumido en un estado de euforia, de esa honesta emoción que fluye a través del ambiente, algo que sería imposible de ver dentro del espacio recluido del [Buckingham] Palace. El Rey en ese momento está en ese lugar y es considerado un buen monarca, pero esa escena en particular, con Isabel entre el pueblo, permite ilustrar ese distanciamiento, por aquel entonces, entre realeza y pueblo.
E: Hay una distancia constante que se remarca a lo largo del filme entre el pueblo y la realeza como el barco, las verjas…y también hay un contraste con las escenas de la fiesta, donde las princesas están mezcladas. Ese hecho, que se repite, ahonda en el conflicto de Lillibet como carácter de una forma sutil. ¿Cómo tomasteis toda esta simbología en consideración?.
J.J.: En la escena del barco, por ejemplo, Jack no sabe quién es Elizabeth; él piensa que es una niña pija; pero sí, al inicio de la película hay bien marcados unos protocolos dentro del ámbito de la realeza y de la clase social alta inglesa, acostumbrada a reprimir sus emociones, así que en la película buscamos mucho que el subtexto y los huecos ocultos en la historia revelaran la verdad de lo que los personajes sentían en cada momento, y considero que es un perfecto vehículo para un buen drama, ya que un buen personaje no suele decir lo que piensa o siente, sino que lo muestra sin darse cuenta. Jack también reprime sus emociones por los efectos prácticos de la guerra, pero él habla más claro sobre el mundo que le rodea. Lo importante para nosotros, pues, era hacer entender a los actores sobre esa forma de actuar en la sociedad de aquel entonces.
E: Sarah Gadon explicó en varias entrevistas que concedió que consiguió el rol para protagonizar a Isabel II pero que, según dijo, usted se quedó petrificado cuando ella y usted se encontraron por primera vez en Inglaterra. Usted dijo entonces: “¡Oh, Dios, es muy canadiense!” ¿Cómo trabajó su papel para poder interpretar el papel de Elizabeth en Una Noche Real?.
J.J.: Tuve una audición con ella a través de Skype, y hablaba con un acento muy inglés durante la misma audición, además de entender el humor y el personaje muy bien. Pensé que era la adecuada para el papel, pero tienes razón: tal y como la vi por primera vez, pensé que era la viva imagen de una chica canadiense. Por suerte, pudimos darle uno de los mejores coaches para mejorar su acento inglés, le enseñamos cómo era el Buckingham Palace y teníamos un consejero de protocolo de la alta sociedad para mostrarle cómo hacían reverencias, cómo comían o cómo sujetaban un vaso. Sarah también leyó bastantes biografías sobre la reina Isabel, y estaba rodeada de actores ingleses, los cuales ya tenían experiencia en películas u obras de teatro sobre la realeza. Fue un proceso duro, pero fue interesante tener en tu equipo a alguien venido de fuera; eso sin contar, claro está, que los abuelos de Sarah Gadon eran británicos y además se conocieron en la misma Noche de la Victoria. De todas formas, al ser una outsider dio un punto de vista interesante en la película, y ella tuvo el coraje de dar un paso adelante para interpretar a la reina Isabel II, algo a lo que muchas actrices británicas, sobre todo las jóvenes, les produce muchísimo respeto.
E: Hay otro aspecto que me gustaría destacar, y son las partes en las que Lillibet está en Trafalgar Square, rodeada de tanta gente, y sorprende ver el manejo de tantos extras en una película indie como es este proyecto. Ellos consiguen dar vitalidad y energía que beneficia a la película.
J.J.: Gracias. Fue uno de los aspectos que más cuidado tuvimos, porque cuando uno estudia esa noche o cuando mira las fotografías de la Noche de la Victoria, no había un solo espacio que no estuviese ocupado por gente. Los coches apenas podían moverse, y había una masa enorme de gente moviéndose al unísono, bailando. Queríamos transmitir esa sensación en Una Noche Real. Fue difícil de realizar, y a ello se añadía un escalón más de complejidad debido al hecho de que no se puede rodar a cualquier hora. De noche, por suerte, hay más posibilidades de grabar escenas. Tuvimos que apretar tantos extras como pudimos, lo cual era una tarea más que complicada. Era la parte que más miedo tenía por si salía mal, porque si no sientes ese movimiento, esa energía, el espectador sería incapaz de tomar ese viaje narrativo con Elizabeth.
E: Has tenido una larga carrera dirigiendo películas policíacas, entre ellas Red Riding, y hay un momento en el que Elizabeth transcurre por una calle muy estrecha en el Soho. En ese momento, se puede ver un destello de la experiencia adquirida por ese género.
J.J.: La idea era que Soho estaba algo apartada de ese enorme flujo de energía. De hecho, la barriada había sufrido mucho los efectos del bombardeo, y al contrario que ahora, donde es un espacio a la moda, era una de las zonas más peligrosas del Londres de aquel entonces. Ese sitio, por aquel entonces, era un elemento totalmente ajeno a Elizabeth, y decidimos explotar esa sensación que tenía el personaje. Ese puede ser el motivo por el que se puede ver esos pequeños destellos al estilo de Red Riding.
E: Como director, siempre ha trabajado con géneros donde se sentía cómodo. ¿Quiere salir de su zona de confort para rodar otro tipo de géneros, de perspectivas?.
J.J.: El siguiente trabajo que estoy haciendo es una historia gótica sobre fantasmas. La idea es trabajar con una protagonista de 13 años, y durante la película queremos hablar de la culpa. Lo interesante en un director es que explore, que no se quede en un solo género. Para mí, este proyecto permite que intentes un impacto cinematográfico en la audiencia, y eso es algo que considero muy difícil para la audiencia.
Carlos Martínez.