Lo que tus ojos no ven

Amanece, el día es frío pero los rayos de sol permiten ver alguien dibujando símbolos y animales sobre una pared de piedra, es Altamira, hace miles de años (entre 36.000 y 13.000 años). El artista jamás habría imaginado que en 1868, Modesto Cubillas descubriría su obra. Y en esas seguimos, descubriendo. Raro es el día que no nos levantamos con un nuevo hallazgo, (alguien hay en nómina para desempolvar cada ‘x’ tiempo) en algún sótano de algún Museo reconocido (no hacen inventario con frecuencia), de alguna obra desconocida de no se qué pintor que está muy cotizado y que nunca había visto la luz.

Entonces expertos de reconocido prestigio, algunos ‘hijos de’, otros lectores con TOC de la obra, vida y milagro del artista en cuestión salen de sus letargos para opinar, elucubrar incluso, sobre cuando, cómo y el por qué, en un espectáculo cuasi como la canción “Las cosas del querer”, de esa obra.

No voy a disertar aquí sobre los estudios técnicos que deben acompañar a toda obra artística que la invista cientificidad y objetividad en su posicionamiento en el mercado del arte, ya hablamos algo en un artículo previo. En otros próximos podremos ahondar en cada unos de esos análisis con más siempre que así sea solicitado por aclamación popular.

No, aquí quiero prestar atención a lo que no se ve. A esa fotografía que nadie muestra en el periódico ni en internet. Al reverso de la pintura.

¿Sabía que muchas veces esta zona de la obra ofrece muchos más datos de interés y que ayuda a determinar la autenticidad que la propia pintura?

El estilo, la técnica, los materiales incluso, pueden ser imitados o igualados en manos expertas profesionales de la falsificación. Lo que no es tan sencillo es reproducir son las inscripciones, sellos, firmas, anagramas, etc. que acompañan a la obra. Bien porque el propio artista las puso bien por su recorrido en exposiciones, entidades museísticas o subastas por las que ha pasado. Referencias que individualizan a la pintura y que ayuda a seguir su paso por el tiempo y por las manis de distintos propietarios.

Información celosamente guardada.

Por este motivo es por el que muchas veces el falsificador presta más atención a esta zona de la obra que a la pintura en sí.

Si aparece un sello del Museo Louvre de París, si tiene una etiqueta de la Sucesión Miró, ¿cómo va a ser falsa la obra?

Pues sí amigos, puede serlo. Si usted gira una pintura y observa estos elementos, indague, compruebe que esa obra estuvo en aquel Museo o en aquella otra Galería. Verifique el catálogo de la exposición. Examine si la firma o título de la obra realmente fue puesta ahí por el pintor de la misma o en un momento posterior.

Ni que decir tiene de todos esos certificados que a veces acompañan la obra emitidos por un Museo (ni caso, no pueden certificar obras), por un familiar (muchos han sido demandados por certificar obra falsa por un mero interés económico), por un Comitte (eran otros tiempos, ahora temen hasta murmurar). Quizá por esto muchos coleccionistas acuden a casas de subastas de reconocido prestigio para comprar obra, amparados en un halo de seguridad jurídica inexistente. Las propias casas de subastas advierten que ellos no certifican y que se basan en los datos aportados y verificados por terceros.

¿Todavía quiere seguir invirtiendo en arte?

Hágalo. Con estos datos solo pretendemos advertirle que no es oro todo lo que reluce y que de noche todos los gatos son pardos.

Asésorese.

Es la mejor forma de invertir con tranquilidad y seguridad en algo que realmente tambalee sus emociones.

Vicente Fernández Salmerón
Sub. Dir. Instituto Científico de Criminalística Documental (ICCD)
Dir. Dpto. Grafística y Documentoscopia
Perito Judicial
Expertizaje en Obra Artística
www.arteiccd.org