‘Todo mujer’ y la absoluta libertad

‘Rafael Gordon es un realizador atípico y difícil de clasificar en el panorama cinematográfico español. A pesar de que su carrera comienza allá por el año 1968; y dirige dos largometrajes: Tiempos de constitución’ (1979) y ‘Cuatro locos buscan manicomio’ (1980); además de varios cortometrajes y documentales; abandona el cine durante casi veinte años.

Visto desde fuera, veinte años no son nada, como diría el poeta, pero ¿qué son veinte años en la vida interior de un artista que vive y respira cine desde los inicios?. El tiempo lo es todo, y a la vez, no es nada; abarca mucho; veinte años en este caso; pero también se limita a un lapso vacío de veinte años que transcurren entre el final de su último film y la llegada del primero en un nuevo siglo. Años y siglos y películas.

Todo cumple, todo embriaga, todo escapa a la comprensión humana, menos a la del artista, que acuchilla bien su madera de paciente esperador de retornos venideros, los cuales, traerán un espíritu renovado, un emplazamiento sabio con el orden de las cosas y el interior de uno mismo: su mirada, sus manos, sus ojos, sus fotogramas nuevos que ya no se interrumpirán de ninguna manera.

Y así llegó un nuevo Rafael Gordon, con una película atípica (siempre referida al panorama del cine español, claro), que buscaba, filosofaba, hurgaba y retrataba la historia de una reina: ‘La reina Isabel en persona’ (2000); un monólogo preciso e intenso, a cargo de su actriz fetiche: Isabel Ordaz, actriz capaz de enfrentarse con valentía y desafío, a un reto como este, cuyos riesgos comerciales y artísticos, desaconsejarían a infinidad de directores cobardes, llevar adelante; pero Rafael Gordon es un valiente, un hombre que ha pasado por ese lapso del tiempo que es y no es; y a cara descubierta, es capaz de asumir, de transgredir, de empeñarse y de violentar todo lo que quiera; porque nadie más que un creador manda en su mirada, en sus puñetazos al aire para derribar miedos, desprecios; y sobre todo, ignorancia: un gran desierto de ignorancia que se abate sobre el mundo del arte que nos envuelve, sin ser real, ni existir de verdad.

Así fue que Rafael Gordon, paso a paso, construyó con paciencia nuevas películas: cinco (entre las cuales hay un excelente documental titulado: ‘La mirada de Ouka’ Leele, (2009), antes de llegar a esta que nos ocupa: ‘Todo mujer’, protagonizada de nuevo por Isabel Ordaz, siendo su tercera colaboración juntos. Y esto se nota en la película; me refiero a la chispa, a la magia que hay entre actriz y director, los cuales, juegan, planean y recorren un camino juntos, por donde llevan al espectador sin que este se sienta obligado a recorrerlo. Lo que quiero decir, es que el espectador forma parte del espectáculo que le han puesto delante; y su comunión es instintiva y cómplice desde el inicio de la película. El espectador Es, y se siente representado; Es, y no necesita más, para andar de cerca el camino de un drama tan desesperado, que usará mucho de la risa, tal y como la vida manda.

Amalia (Isabel Ordaz), vive angustiada por una grave enfermedad que le ha sido diagnosticada recientemente. Su vida es ahora un caos donde apenas impera un cierto orden; un universo cerrado en el que poco a poco van aflorando los demonios de antaño, los traumas de la infancia, las espinas de la vida familiar, que nunca han dejado de doler, porque se clavan en lo hondo de la carne y perforan el nervio.

Y en este universo, dentro de un gran caserón donde los estragos del tiempo están presentes; poco a poco, desfilan más personajes: hombres, mujeres y niñas, para dar forma a la trama, al por qué de las cosas, a las ganas de morir, y a las ganas de vivir.

Rafael Gordon es seguro con su dirección, se siente a gusto encuadrando con la cámara, conoce bien la historia, y elije bien el estilo de su drama: la vida es una comedia de tan dramática que es; y cuanto más nos acercamos a la muerte, más nos queremos reír.

Isabel Ordaz, serena y contenida, traduce bien todos estos estados de ánimo a los que se enfrenta casi siempre sola en el plano: miradas, gestos, movimientos suaves y bruscos; misterios por ocultar; la ironía en su voz, para no ser víctima de los demás… y no darse lástima a sí misma.

Le bastan pocos ingredientes a Rafael Gordon, para diseñar su película con gran riqueza de matices, de aprovechamiento de todos los lenguajes del arte: la luz, los colores, los rumores, los pasillos largos, las habitaciones vacías; el silencio y las palabras; el amor y el odio; el sexo y la indiferencia; la violencia y el amor fraternal.

La película está rodada en una Segovia viva, de bellísima luz, que evita siempre la postal y la foto turística, para dar cobijo a las escapadas breves, aunque constantes, de Amalia, la cual, tiene su pequeño rincón en el campo, bajo un árbol que la conoce desde que era una niña. Y al igual que en la gran casa, allí, bajo la tierra, también están los secretos de aquella mujer tocada de muerte en medio de la vida; pero hay secretos tan ocultos, que ni siquiera Amalia los conoce.

Y le serán impuestos; al fin, revelados a la fuerza.

Porque quien no quiere saber, sabrá; y aún, el que quiere saber, sabrá: con toda la fuerza de la tragedia, que es el principio de la paz.

‘Todo mujer’, dirigida por Rafael Gordon, es un acto de ilusión por mantener lo que importa; que no es la vida, sino el alma, los deseos, la capacidad de luchar, aunque el agotamiento no nos deje ponernos en pie.

Y las lágrimas aparecen, furiosas, pero sumisas; como el licor más íntimo de la rabia, de la impotencia; pero sin duda, también, de la absoluta libertad.

Miguel Ángel Barroso.
@DeWinterBarroso